Cuado Jesús deje de interceder por el hombre, los casos de todos estarán decididos para siempre. Este es el momento cuando sus siervos deben rendir cuentas. Para los que no se han preparado en pureza y santidad, que los capacitaría para encontrarse entre los que aguardan para dar la bienvenida a su Señor, el sol se pone en medio de pesar y tinieblas, para no salir nunca más. El tiempo de prueba termina; la intercesión de Cristo cesa en el cielo. Ese momento por fin llega repentinamente sobre todos, y los que no purificaron sus almas por la obediencia a la verdad, estarán durmiendo. Se cansaron de esperar y velar; se volvieron indiferentes con respecto al regreso de su Maestro. No anhelaban si aparición, y creyeron que no era necesaria esa vigilancia constante y perseverante. Se han sentido desilusionados en sus espectativas, y eso podría ocurrirles de nuevo. Llegaron a la conclusión de que aún había tiempo para que se despertaran. Querían estar seguros de no perder la oportunidad de obtener un tesoro terrenal. Sería prudente obtener todo lo posible de este mundo. Y al tratar de lograr ese objetivo, perdieron todo su deseo y su interés en la aparición de su Maestro. Se volvieron indiferentes, y descuidados, como si su venida estuviera todavía muy lejos. Pero mientras su interés quedaba sepultado debajo de las ganancias mundanales, la obra terminó en el santuario celestial, y ellos no estaban preparados. - 2TI 173.1
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