LA ÚLTIMA GENERACIÓN Y EL MENSAJE DE 1888

LA ÚLTIMA GENERACIÓN Y EL MENSAJE DE 1888
La llamada “teología de la última generación” es seriamente cuestionada hoy en día en
nuestra iglesia a raíz de toda la deriva de teología evangélica que se nos fue
introduciendo principalmente a partir de los problemas acaecidos en 1957 con la
publicación del libro “Questions on doctrine”. Se hace por ello vital recordar a nuestra
membresía que esa “última generación” corresponde verdaderamente a un concepto
absolutamente bíblico y que será la que dé gloria a Dios según el llamamiento del
mensaje del primer ángel (Apocalipsis 14:7).
Aclarado esto, es importante igualmente reseñar que podemos estar defendiendo la
existencia de esa “última generación” sin estar acercando a nuestro pueblo al
conocimiento del muy precioso mensaje de 1888. Es fundamental que entendamos
que quienes se opusieron tan ferozmente a los pastores Waggoner y Jones –teniendo
como más conocidos representantes a George Butler, presidente de la Conferencia
General en 1888, y Uriah Smith, editor jefe de la Review & Herald por aquel entonces–
estaban perfectamente de acuerdo con el concepto de “última generación”, así como
con otros tan discutidos hoy en día dentro de nuestra iglesia desde 1957 tales como la
victoria sobre el pecado o la naturaleza humana caída de Jesucristo. Sin embargo,
esto fue lo que el Espíritu de Profecía dijo de ellos:
“Dios ha enviado a su pueblo mensaje tras mensaje, y casi ha roto mi corazón
el ver a aquellos que pensábamos que eran enseñados y conducidos por Dios
caer bajo el poder hechizante del enemigo, el cual los ha conducido a rechazar
la verdad para este tiempo”
Ellen G. White - Materiales de 1888, p. 420
Restituir conceptos tales como la última generación o la naturaleza humana caída de
Jesucristo nos lleva a la situación previa a 1957, pero no recorre el camino completo
para desandar todo el rechazo que siguió tras 1888 al mensaje de Waggoner y Jones.
Por tanto, para no cometer error al respecto, recordemos brevemente cómo nos
describe este mensaje el Espíritu de Profecía:
“En su gran misericordia el Señor envió un preciosísimo mensaje a su pueblo
por medio de los pastores Waggoner y Jones. Este mensaje tenía que
presentar en forma más destacada ante el mundo al sublime Salvador, el
sacrificio por los pecados del mundo entero”.
Ellen G. White - Testimonios para los ministros, p. 91
Así que vemos que la misión fundamental del mensaje de Waggoner y Jones era
presentar en forma más destacada al Salvador, el sacrificio por los pecados del mundo
entero. Sigamos leyendo:
“Presentaba la justificación por la fe en el Garante; invitaba a la gente a recibir
la justicia de Cristo, que se manifiesta en la obediencia a todos los
mandamientos de Dios”
Ellen G. White - Testimonios para los ministros, p. 91,92
Vemos que, a continuación se nos presenta la justificación por la fe, que se manifiesta
en la obediencia a todos los mandamientos de Dios. Ahí está esa “última generación”.
Pero recordemos que éste es un segundo punto que sigue al primero –que se sustenta
sobre el primero–, el cual era, como dice Ellen White en la frase previa, presentar en
forma más destacada al Salvador, el sacrificio por los pecados del mundo entero. Todo
el mensaje de Waggoner y Jones arranca y se sustenta sobre destacar a Jesucristo
como Salvador del mundo (1 Juan 4:14). Es reconocer que Él cargó y pagó ya por los
pecados de todos los seres humanos –creyentes y no creyentes– (Isaías 53:6, 2
Corintios 5:19), lo cual constriñe el corazón del que lo cree (2 Corintios 5:14) y le
conduce a una nueva vida en Cristo. Recordemos que Ellen White, inspirada por el
Espíritu Santo, habla de presentar en forma más destacada ese primer punto, como
condición “sine qua non” para que pueda darse el segundo. Cristo, el Salvador del
mundo, el sacrificio por los pecados del mundo entero, es la piedra angular (Salmos
118:22).
El mensaje de 1888 de Waggoner y Jones resuelve el conflicto sostenido por siglos
entre calvinismo y arminianismo. El arminianismo había presuntamente resuelto el
problema del calvinismo, el cual limitaba la salvación a unos pocos “elegidos”, pero
presenta lo logrado por Cristo en la cruz como una mera provisión hecha para todos
los hombres que sólo es efectiva para el ser humano cuando éste se acerca a Dios
creyendo. Esto nos lleva a un evangelio donde la iniciativa de salvación es del ser
humano –en vez de gracia, una obra camuflada como fe–, y amputa dramáticamente
la obra de Cristo en la cruz dificultando enormemente que el amor de Cristo nos
constriña (2 Corintios 5:14). Lamentablemente, esa visión arminiana inunda aún el
discurso en nuestras iglesias y nos impide escapar de nuestra situación laodicense y
legalista.
¿Quiere decir lo explicado en el párrafo anterior que todos los seres humanos que
pisaron alguna vez este mundo estarán en la Tierra Nueva? No. Lamentablemente, la
mayoría de ellos no estarán. Pero no será porque Cristo dejó de hacer en la cruz algo
efectivo para ellos, sino precisamente porque, no creyéndolo, lo rechazaron (Marcos
16:16). Ése es el pecado imperdonable, el único para el que Cristo no hizo expiación
en la cruz.
Que el Señor abra nuestras mentes para una completa y clara comprensión de estos
asuntos y que, así, Él pueda constituirnos en esa última generación que le dé gloria
ante el mundo y ante el universo (Efesios 3:10).

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